martes, 4 de junio de 2013

De esto estoy segura.

No necesita un artículo en la tirada dominical de un periódico provincial, aunque a nadie le amarga un dulce, y mucho más cuando la periodista de turno adorna y enriquice el perfil y el buenhacer del susodicho sujeto como cocinero que añade cuadrito de Avecren a su preciado guiso. No es una persona corriente. 


Con su sonrisilla nerviosa de medio lado, y los ojillos vidriosos pasamos la mañana de este domingo tan atípico como curioso.  Hizo una foto desde su móvil, el estabilizador de imagen del dispositivo tiene que ser bastante potente para amortiguar el pulso del protagonista, le pasa copia a sus contactos más íntimos del Whatsapp. Esta lista no es pequeña como lo sería para cualquiera de la inmensa mayoría de mortales que conozco; sus íntimos pueden ser una treintena de personas, quizás por este primer dato ya se denote que no es una persona corriente; es capaz de coger un conocido y transformarlo en amigo para toda la vida en milésimas de segundo; se entrega en alma (espero que no tanto en cuerpo) al prójimo de tal manera que mas de un cristianillo de poca monta quisiera para su curriculum espiritual. Se identifica con los problemas e inquietudes de cualquiera que lo aborde por la calle. Escucha y da consuelo a pie de acera. No es una persona corriente porque nunca ha matado una mosca; esto es tan cierto como literal, si ve a su alrededor volando, caminando o deslinándose cualquier insignificante como inofensivo ser viviente, este tiene la vida salvada pues le cogerá con cuidado y le devolverá a un lugar seguro.
Sus habilidades más preciadas son la generosidad, la humildad, la constancia y sobre todo, su bondad, una bodad infinita como la que nunca en conocido. No es una persona corriente. Todos los que le conocéis estaréis asintiendo con la cabeza en este momento. Es un ser excepcional porque es sencillo y transparente, porque se dá y se entrega sin esperar nada a cambio, nunca le he visto una doble intención en lo que hace por lo demás. Por lo que se merece todo reconocimiento público posible, este domingo y todos los días de su vida; y ahora, es este preciso momento aún más, porque su trabajo es su vocación, ha nacido para hacer lo que hace, ayudar a los demás a sentirse mejor consigo mismos, a sacarse el mayor de los partidos.

Compartir con él la magnífica experiencia de ser padres es un honor, un orgullo, porque educar a nuestro hijo con su ejemplo es el mayor de los regalos que podemos ofrecerle. 



No somos conscientes de la inmensa suerte que poseemos al tenerlo a nuestro lado. 



El Cachorro cuando sea capaz de valorar, de reconocer al padre que tiene presumirá de él como lo hago yo ahora. De esto estoy segura.